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dilluns, 7 de maig del 2012

¿Qué hacemos con la ira?

Si exteriorizamos sentimientos como el odio, la rabia, la ira o el rencor podemos dañar a los demás. Pero si nos los guardamos nos hacemos daño a nosotros mismos. ¿Entonces qué hacemos con ellos?
Atajarlos de raíz. Procurar trabajar para que no se despierten internamente. Tomar conciencia de que la agresividad no viene del exterior, sino del interior, que se nos despierta porque la llevamos en nosotros mismos, que es una manifestación más de nuestro egoísmo. Si se despierta porque no se nos reconocen nuestros méritos es porque todavía no hemos superado la vanidad. Si ocurre porque sufrimos algún episodio de ingratitud o calumnia es porque tenemos que superar el orgullo o la soberbia. Que la agresividad es algo que depende del interior y no del exterior se pone de manifiesto cuando vemos que hay personas capaces de soportar las mayores impertinencias, los mayores ataques, sin perder la paciencia ni la sonrisa, mientras que otras, por cualquier motivo banal, estallan en ataques de cólera incontrolada. Los primeros son aquellos que espiritualmente han avanzado en la erradicación de la agresividad de sí mismos. Los segundos apenas han empezado a trabajarla. No nos frustremos si no podemos cambiar el universo exterior, sobre el cual tenemos poco poder de acción. Trabajemos por cambiar el universo interior sobre el cual tenemos todo el poder, y entonces lo que ocurra en el exterior dejará de ser motivo de enojo.

¿Cómo se supera la agresividad?
Primero, admitiendo que la tenemos, y segundo, intentando superarla a través de la comprensión.

¿Qué es lo que hay que comprender?
Comprendernos a nosotros mismos, comprender a los demás, comprender las circunstancias a las que nos enfrentamos. Comprender que a veces nos enfadamos porque no queremos admitir que estamos equivocados, o no queremos reconocer ciertas actitudes egoístas en nosotros mismos. Si la agresividad se nos activa porque nos reprimimos nuestras opiniones, trabajemos por expresarnos tal y conforme somos. Si se activa porque alguien nos hace daño, comprendamos que se debe a la falta de evolución de ese espíritu, que todavía está escasamente avanzado en el conocimiento del amor. Que en algún momento nosotros hemos podido estar en su misma situación, en ese estado de ignorancia espiritual, haciéndole a alguien lo que a nosotros nos están haciendo ahora, y que si esperamos comprensión hacia nosotros, hacia nuestros actos de egoísmo, también nosotros debemos adoptar una postura comprensiva respecto a los actos egoístas de los demás. Comprender que muchas de las circunstancias adversas a las que nos enfrentamos no están ahí para fastidiarnos, sino para estimularnos en el aprendizaje del amor y la superación del egoísmo, y que muchas de ellas las elegimos nosotros mismos antes de nacer. Y que otras, la mayoría, nos las hemos provocado nosotros mismos por nuestra rigidez, intolerancia, envidia, falta de respeto e incomprensión de las necesidades u opiniones de los demás.

Y si ya se nos ha activado la agresividad, ¿qué hacemos para liberarnos del malestar sin perjudicar a nadie?
Hay una forma de desahogo a través de la cual se libera el malestar sin dañar a los demás, que es exteriorizar cómo uno se siente, admitir lo que se le ha despertado, y exponer los motivos por los cuales se le ha despertado. Tendría que ser con alguien que no sea la persona con la que tenemos el problema, para evitar hacerle daño, preferentemente alguien que se caracterice por ser una persona pacífica, que no se deja llevar fácilmente por la agresividad, en la que además confiemos. Sólo con exteriorizar el malestar uno se sentirá aliviado, bastante liberado del malestar provocado por la agresividad, más sereno y razonable. Posteriormente, cuando uno esté más tranquilo, ya puede intentar hablarle a la persona con la que tiene algún conflicto para buscar una solución. Pero debemos buscar la forma y el momento de hacerlo, nunca cuando estemos henchidos de ira o cólera, porque entonces podríamos hacer mucho daño, el mismo o más que el que nos han hecho a nosotros.

Tret de: www.lasleyesespirituales.blogspot.com

diumenge, 25 de març del 2012

Un atac d'ira

És irònic, casual, causal que després de publicar que el motiu pel qual vaig voler començar a canviar era per no enfadar-me i m'hagi pillat el cabreig que m'ha pillat. jejeje

Estàvem l'Arnau en bici, la Judit amb el cotxet i jo parats en un semàfor esperant que es posés verd. Es posa verd i l'Arnau surt disparat amb la bici. Ve un cotxe i penso que ja pararà però no para. L'Arnau s'hi apropa i el crido perquè pari i no para així que el cotxe acaba de passar deixant a l'Arnau a un pam i segueix sense parar. El crido, l'insulto, ai si el pogués pillar. Em plantejo d'anar corrent fins al semàfor a on està parat per picar-li la finestra i insultar-lo més i si obrís la finestra li rebentaria el cap amb el capó insultant-lo i cridant-lo sense parar. Ja ha passat però estic una llarga estona visualitzant-me destrossant el cotxe i matxacant el seu conductor. He perdut el control.

Allò que no volia aquí està.

La impotència i la por dominant-me el cos i els actes. La diferència però és que m'he vist sense control, m'he vist absolutament fora de mi i he vist que no tenia sentit. També he vist que la ira no m'ha permès la reacció més necessària de resguardar l'Arnau però això ha estat més tard. I també he vist que no passa res per perdre el control, que segueixo sent jo. No em recrimino haver-me perdut però sí crec que ho podria fer millor.

Així que em quedo amb l'aprenentatge: jo escullo i no passa res escollir una cosa o l'altra; les dues són possibles, les dues són vàlides però no tinc ganes de tornar a escollir la ira. Ja l'he tastat, gràcies, ara vull una altra cosa.

Una abraçada conductor.