El amor aterroriza al ego, siempre temeroso ante los
sentimientos profundos y las emociones intensas. Pero un buen día
llamamos al amor desde el corazón, como si fuera un globo aerostático
que nos mueve peligrosamente en medio de la tormenta. Es el fruto de una
decisión compartida en libertad que expresa el deseo de seguir unido al
ser amado más allá de la vida y de la muerte, aunque realmente se
traduzca en un intento de fusión sin condiciones en este instante que es
eterno.
¿Cuándo se niega el amor? Cuando rechazamos el cambio
continuo de la existencia y queremos congelar lo que ahora sentimos y
vivimos para que nunca cambie. O también cuando nos consideramos tan
avanzados que creemos no necesitar a nadie más cerca de nosotros.
Pensamos que podemos hacer todo el camino solos, sin necesidad de una
mano amiga o una mirada de amor en los ojos de la pareja. Así detenemos
el amor que otro nos quiere entregar, cuando no nos sentimos con fuerzas
suficientes para ser vulnerables a ese amor.
También negamos el amor cuando rechazamos conectar con quien nos está
amando de manera sincera, o cuando nos entregamos a medias en el juego
amoroso en vez de estar totalmente presentes en el aquí y ahora del
amor. Dando lo que somos plenamente, con nuestros sueños, pensamientos,
ilusiones y realidades materiales. Y negar el amor nos debilita, nos
hace perder integridad. Porque el amor está en todas partes, e inunda
cada partícula del universo. Negarse a un encuentro es poner barreras al
amor, un encuentro que quizás sea sólo para agradecer o para mostrarnos
parte de nuestra sombra no resuelta. Para regalarnos algo o para
mirarnos a los ojos. La clave es entregar nuestro amor a todos los que
nos ofrecen el suyo, e incluso a todos los que por una u otra situación
decidan aceptarlo en cualquier momento.
Guardar el amor esperando que llegue la persona perfecta para
recibirlo es fermentarlo en el corazón y pudrir sus manifestaciones
futuras. Cuando después de largos años llega el momento de sacarlo a la
luz, ya no es brillante ni ligero sino una pesada carga que intenta
agarrar como una ventosa, que busca la seguridad de congelar el futuro y
obtener promesas incumplibles… Sobrevivir como humano es amar, ya que
el amor es una herramienta de vida. Es sentir el placer de la unión y es
la fuerza material que mueve la creación y la plasmación de nuestra
vida en los planos de la materia-energía.
Para eso encarnamos en la tierra, para sentir el amor en nuestros
cuerpos, en nuestros huesitos, en la sangre y a través de estructuras
hormonales complejas. El amor se siente en las emociones y en las
sensaciones, y por eso los seres de las estrellas tienen que
contemplarlo y sentirlo a través de nosotros y de nuestros límites, que
son realmente trampolines para encarnar el amor. Los cuerpos humanos
pueden y deben manifestar el amor en sus gestos, en sus movimientos
creativos, en sus células, porque han sido diseñados por grandes
maestros y dotados de enormes cualidades de expresión sensible. Desde el
palpitar del corazón a las lágrimas, desde el flujo interno del yoni
femenino hasta el sudor, desde los escalofríos hasta los abrazos, todo
en el cuerpo humano es capaz de manifestar la luz con la que está
construido.
Puedes alejarte del amor por miedo a sus consecuencias, puedes
tratarlo como una mercancía monetaria, puedes transformarlo en frialdad y
rigidez de gestos para dominar a la otra persona, puedes degenerarlo
con impulsos contra natura para satisfacer tus traumas infantiles,
puedes esconderlo como un tesoro codiciado y no enseñarlo a nadie… Pero
en cada uno de estos ejemplos estás destruyendo el amor. Simplemente
invoca el amor desde tu sagrada presencia y que llegue con toda la
sensibilidad que tu ser sea capaz de admitir en este instante, para el
mayor bien de todos los implicados.
Texto de Emilio Fiel.
Sacado de: http://www.emiliofiel.com/2012/10/29/29-de-octubre-encarnamos-para-disfrutar-del-amor/
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